Hace tanto que no escribo…


Hace algo más de tres años desde la última entrada en este blog. Pero en realidad no escribo con regularidad desde hace seis años. Mi último post regular hablaba de mi último día en el Reino. Tantas veces se repite la palabra último en estas primeras líneas porque ahora, echando la vista atrás, me doy cuenta de que entonces se cerraba un ciclo de mi vida. Abandoné una tierra inhóspita como Arabia Saudí para abrazar una isla próspera y amable como Australia. Que emocionante contraste.

Mientras tanto han pasado muchas cosas que he utilizado de excusa como sinónimo de falta de tiempo y que hubieran sido perfectas ideas para nuevos posts. Como por ejemplo casarme y continuar felizmente casado, obtener las certificaciones CFA (Chartered Financial Analyst) y CMA (Certified Management Accountant), solicitar la residencia permanente en Australia (un proceso tedioso que me llevó cerca de dos años), disfrutar de la fascinante ciudad de Perth en Western Australia, viajar por el Sudeste asiático, Japón y Nueva Zelanda, trabajar durante año y medio en el outback australiano (una de las regiones más aisladas del planeta, llamada Pilbara), vivir una aventura de 7 meses en México, cambiar de trabajo, la vuelta a Australia asentándome en la bohemia ciudad de Melbourne y por último tener una preciosa hija.

Hace 6 años cerré un ciclo e inicié otro con la llegada a Australia. Ha sido una vivencia circular que comenzó cuando puse el pie en este país por primera vez. Haciendo balance, ha sido muy duro, con muchos obstáculos y adversidades, pero a la vez lleno de emociones y recuerdos. Un ciclo que hoy también se cierra con las siguientes palabras:

«From this time forward, under God, I pledge my loyalty to Australia and its People, whose democratic beliefs I share, whose rights and liberties I respect, and whose laws I will uphold and obey.»

Desde hoy mi mujer y yo somos Aussies!

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Es curioso porque al obtener la ciudadanía australiana, estamos obteniendo la nacionalidad de nuestra hija. Como ha cambiado el mundo para que un hijo consiga su nacionalidad automáticamente por nacimiento y sus padres tengan que solicitarla después con muchos trámites y papeleos, tratando de demostrar por todos los medios que uno ha sido un buen ciudadano durante toda su vida hasta este momento. Es una situación similar a la reivindicada por Ricardo Arjona en su canción Mojado:

«Si la luna suave se desliza
por cualquier cornisa
sin permiso alguno,
porque el mojado precisa
comprobar con visas
que no es de Neptuno…»

He de reconocer que en la ceremonia de la ciudadanía me he emocionado. Hemos participado unas 150 personas, procedentes de 33 nacionalidades diferentes y que hemos decidido unir nuestro futuro en una sola, enriqueciendo aún más si cabe este país tan plural y variado. He sentido un gran orgullo por acceder al privilegio de pertenecer a una nación que consiguió su unificación sin guerras ni revoluciones. Aunque sí hubo un gran derramamiento de sangre en su colonización, en la actualidad Australia es un país pacífico, próspero y multicultural que goza de libertades garantizadas, altura democrática y un gran nivel de vida basado en el famoso «Fair Go» (oportunidades equitativas y justas para todos).

Hoy, al darme cuenta de este fin de ciclo en mi vida, me he propuesto escribir de manera más asidua para contar las bondades y rarezas de este maravilloso país.

Hasta pronto.

Aussie Aussie Aussie, Oi Oi Oi !!!