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Una de las propuestas de los indignados españoles es el reparto del trabajo fomentando las reducciones de jornada y la conciliación laboral hasta acabar con el desempleo.
Para conseguirlo, una de las medidas demandadas en la web de ¡Democracia Real Ya! es el job sharing en el que dos personas comparten un mismo puesto realizando jornadas reducidas con algunas horas de trabajo en común para coordianr todas las tareas del puesto. A pesar de lo que se pueda pensar esta iniciativa no es nueva, sino que ya se empezó a utilizar en los años 70 en Reino Unido y EEUU. Fue inicialmente usada entre las mujeres que querían conciliar carrera profesional y maternidad. Más tarde la iniciativa evolucionó y se extendió a trabajadores masculinos.
Según los indignados, esta política permitiría reducir el desempleo repartiendo el escaso trabajo que hay en España. Sin embargo existen ciertos inconvenientes. El principal es el síndrome del liderazgo. Resulta muy complicado que entre las dos personas no exista una que quiera sobresalir y llevar la voz cantante. Es un hecho que en la vida para conseguir algo se debe ser competitivo y el mundo laboral no es una excepción. Los trabajadores que compartan puestos querrán desempeñar su trabajo mejor que su compañero y esto puede generar conflictos en cuanto a quién ejerce de líder en el mini-equipo de dos. Aunque los indignados quieran apelar a la buena conciencia, el comportamiento humano obedece a incentivos y en este contexto la competitividad es inevitable.
Otro inconveniente resulta del hecho de la falta de identidad del puesto. Nuestros clientes, proveedores, compañeros no tienen claro a quién dirigirse para que les solucionemos un problema, ¿al de la mañana, al de la tarde, a ambos, o a niguno y directamente al jefe?
Por último aparece el problema del salario. Si compartimos puesto, tareas y responsabilidades también habrá que repartir el sueldo. Ninguna empresa repartirá 2.000 euros entre dos trabajadores por un puesto por el que habitualmente paga 1.000 euros. Una vez más entran en juego los incentivos. Otra cuestión diferente es que esos 1.000 euros sean un salario demasiado bajo, con lo que estoy de acuerdo.
Se puede concluir por tanto, que el job sharing sería una buena política para las personas que busquen por iniciativa propia, un trabajo flexible que les permita tener más tiempo libre y, de esta forma compatibilizar su trabajo con otras actividades, ya sea su vida familiar o cualquier otra. Pero esto no es otra cosa que flexibilizar el mercado laboral, algo que muchos economistas llevan pidiendo desde tiempos inmemoriales y a lo que nuestros sindicatos se oponen.
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